lunes, 1 de diciembre de 2014

XII


La tierra árida, se vuelve polvo y se dispersa en el viento, en la noche.
Los pájaros sobrevuelan nuestros cuerpos, trayendo consigo la muerte, siendo precisa para renacer.
No hemos de hablar de inmortalidad.
No hemos de hablar de amor aunque ya se ha pronunciado hasta el hastío esa palabra.

Hemos de pronunciar el exilio que emprendemos cuando recorremos con los labios nuestra piel.

lunes, 3 de noviembre de 2014

XI

Extenuada ante la búsqueda decido no hallar.

XX

Desnuda, de rodillas en el suelo, el cual se desmorona al igual que las paredes que están de redor.
Ante ella hay un espejo que produce y reproduce su reflejo, sus reflejos.
Ante ella hay un espejo que se quebranta al caer al suelo.
Los gemidos irrumpen el silencio que hasta ahora se había propagado en el viento, como el fuego, aquel que purifica.

miércoles, 15 de octubre de 2014

XIX

Los lazos se convirtieron en  cadenas que se desprenden por presión de ambas extremidades.

XVIII

El silencio ensordecedor que llena el espacio de vacío, es irrumpido por voces, murmullos que me nombran.
En el espejo no encuentro mi reflejo sino mis reflejos.
No merezco la soledad ni la compañía por el mero hecho de que no merezco.

XVII


La condena es tanto en muerte como en vida.

XVI

Entre mis manos, mis dedos, cualquier flor se desoja, se marchita.
Me aferro a aquellos tallos con espinas secas que se incrustan en mi piel, hiriéndome, dejando fluir la sangre.

XIV


La calidez propia de tu designio
La luz que irradian tus pupilas, tus ojos, me enceguecen.
Tu rostro aquel que creia haber contemplado con anterioridad.
Me sumerjo entre tus palabras entre tu voz, entre tus labios.

XIII

Yo que giro en tu entorno, y tu que giras sobre tu propio eje.

XII

Cadáveres fríos de sangre caliente
Cadáveres calientes de sangre fría.

XI

Me expongo,desnuda a la intemperie, siento el frío hostil en mi cuerpo, el cual voy dejando de sentir, he encontrado otro cuerpo del cual hacerme carne.

X

No dialogo mas que con la sombra que dejaste en mi, aquella que no es mas que el recuerdo, aquel que reincide, de tu rostro, tu mirada y la particularidad con la cual pronuncias las palabras entre tus labios, las cuales encienden una llama, que se propaga por mi piel, por mi cuerpo.

IX

No conseguía sostener mi mirada junto con la suya sin sumergirme en la marea, en sus ojos, sin tener la voluntad de emerger de ellos.

VIII

La avidez de tus labios y la sed inexorable que nos consume, agrietandonos la boca, la garganta, mientras recordamos los besos que nos hemos brindado.

VII

El afán de definir aquellas sensaciones sentimientos que son definibles, indescriptibles, el empobrecimiento del lenguaje.
La boca cerrada, enmudecida por voluntad propia, por imposición.

VI

El vacío en el silencio, al igual que las palabras hacen eco en los despojos del ser.

V

Los hilos nos entrelazaron uniéndonos y aun lo siguen haciendo, no encuentro mayor calidez que la que me otorga tu presencia entre mis brazos.

IV

El presentimiento de la ausencia en el vacío, el silencio se propaga y extiende.
Una declaración de amor pronunciada al oído.
El intercambio de miradas, las voces ajenas hacen eco en mis oídos mientras que las propias hacen eco en los suyos.
A flor de piel la inocencia, característica a esa edad.
El amor . . . como describirlo si hasta ahora no me he permitido sentirlo.
Su nombre aun resuena a través del viento que juega entre las hojas de los árboles, secas, frágiles, desprendiéndolas hasta convertirlas en polvo.

III

Ya no hay pechos donde encontrar consuelo, ni labios humedeciendo la piel, ni piernas donde acudir por las noches.

II

La sangre brotaba por los poros de su piel, de su boca.
El vacío fue el abismo del cual no pudo dejar de hundirse.
El fuego en conjunto con las llamas la redujeron a cenizas.

I

El silencio de una despedida.
Tus oídos se obstruyen ante mis palabras.
Aquellas lagrimas que me ahogaban, aun lo siguen haciendo.
Camino descalza por pasillos extensos, cerrando y dejando entreabiertas puertas, aquellas que otorgan el paso a las sombras, siendo yo una de ellas.
Un estímulo externo hace que entre abra los ojos para abrirlos despertándome cegada con sed de sangre y agonía.
Abrir el puño por voluntad propia, dejando caer lo que hasta ese momento se había retenido.
Despedazo mis uñas, mis manos, en el afán de destrozar el féretro.
Siento el frío hostil en mi cuerpo expuesto, el cual voy dejando de sentir.
El fuego arde, reduciéndome a cenizas.
Me estremezco en el recuerdo que reincide, del hallazgo que supo convertirse en pérdida.