La tierra árida, se vuelve polvo y se dispersa en el viento, en la
noche.
Los pájaros sobrevuelan nuestros cuerpos, trayendo consigo la muerte,
siendo precisa para renacer.
No hemos de hablar de inmortalidad.
No hemos de hablar de amor aunque ya se ha pronunciado hasta el hastío
esa palabra.
Hemos de pronunciar el exilio que emprendemos cuando recorremos con
los labios nuestra piel.