Ahondar en el agua estancada, ennegrecida por el dolor,de habernos visto reflejadas. Como no respirar el mismo aire, si había algo que
siempre me atrajo hacia el halo de tus labios. Quizás haya sido nuestra flagelación y la falta de empatía. Empuñar el cuchillo e infligir cortes. Establecer
una distancia. Encuentro fortuito, esta vez dócil, entregándonos, agotando el
deseo de posesión. Certeza inexorable. El humo, el estupor, el bullicio, la estridencia. El frío, la vía
publica, las estaciones, la noche que antes nos acogían, ahora me laceran,
hasta dejarme vacía, vulnerable. Quizas haya sido el mejor trago, después
de haber bebido el amargo, con el cual nos supimos embriagar.