viernes, 20 de febrero de 2015

XIV

Enardeces las llamas del incendio que se propagan, en la habitación en la cual yacen nuestros cuerpos.
Abro los ojos, fijando mi mirada en la tuya, desierto de arenas negras que no puede extenderse pero si profundizarse.
Tus manos comienzan a abarcar mi cuello, sobresaliendo mi venas, tus labios recorren mi piel erizando la , entrecortando el aliento.

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